Medio a medio
Durante meses se ha discutido en la opinión pública nacional, la posibilidad de que el presidente Luis Abinader presente una propuesta de reforma constitucional. Esta posibilidad quedó confirmada el pasado lunes con el anuncio que realizó el propio presidente, durante el cual socializó el contenido del que sería el proyecto de ley que presentará el 16 de agosto al Congreso Nacional y el cual incluye modificaciones en tres aspectos.
El primero aspecto se refiere a la reorganización del Ministerio Público en diversos ámbitos que van, desde cómo se designa al Procurador General de la República, hasta la separación del Procurador Administrativo convirtiéndolo en abogado del estado ante el Tribunal Superior Administrativo.
El segundo aspecto que se incluye en la propuesta, es el relativo a la modificación de la composición de la Cámara de Diputados. En ese sentido, se prevé una reducción de la cantidad de diputados electos por voto directo, mientras se triplica la cantidad de diputados electos por voto indirecto o acumulación, los conocidos diputados nacionales.
Finalmente, un tercer aspecto propone modificaciones al sistema electoral vigente, buscando la unificación de las elecciones y el establecimiento de una serie de medidas que limitarían la posibilidad de cambiar el modelo de elección del presidente y vicepresidente, convirtiendo esta medida en una cláusula “pétrea” o inalterable.
Hay un conocido refrán que reza: “lo bueno y breve es bueno dos veces”, sin embargo, cada una de estas propuestas demanda un análisis sesudo no sólo de su viabilidad jurídica, sino también de su pertinencia política. Dada la limitación de este espacio, me veo obligado a desarrollar este análisis en varias ediciones, sin embargo, no quiero cerrar esta entrega sin antes cavilar sobre la pregunta más importante de esta iniciativa de reforma constitucional: ¿Es realmente necesaria?
Honestamente, me parece que no. Más bien, considero que impulsar una reforma en este momento no es coincidencia, sobre todo al darnos cuenta de que cada una de sus medidas tienen visos de populismo y buscan satisfacer el requerimiento de circo, sobre todo cuando el pan es escaso.
Intuyo que presentar esta reforma, en este momento y con estas características, es el resultado de una estrategia que busca promover la acumulación de capital político a favor del gobierno, como una herramienta para amortiguar el impacto que representará la presentación de otra reforma que, a diferencia de esta, no es nada simpática: la reforma fiscal o tributaria.
Hay que reconocer que esta movida del gobierno es estratégicamente correcta, es más, es casi brillante. Lo que falta por ver es cual será la respuesta de la oposición, la cual, salvo escasas excepciones, le ha dejado la pista de baile sola al gobierno y por su inacción ha sido llevada a un terreno en el que estará obligada a oponerse con más argumentos más robustos que el consabido “nos oponemos”.
Por: José Gregorio Cabrera