La crisis venezolana

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Con la crisis política que ha derivado de las elecciones presidenciales de Venezuela del pasado 28 de julio son numerosas las voces que se han levantado para explicar que ese país se encuentra sumido en un colapso económico como resultado de las acciones llevadas a cabo por su gobierno desde que Hugo Chávez tomó el poder en el año 1999.

Nadie con dos dedos de frente negaría el desgarrador panorama que vive Venezuela, con más de cinco millones de sus ciudadanos que han tomado la ruta del exilio en busca de su subsistencia. Las cifras están ahí para confirmarlo.

En el año 2013 su producto interno bruto ascendía a 8.693 dólares, superior al dominicano que solo llegaba a los 6,414 dólares; diez años después República Dominicana tenía un producto interno bruto de 11,187 dólares y Venezuela había descendido a 3,659 dólares. Una caída impresionante.

Con la caída del precio de petróleo, base de la economía venezolana, los generosos planes sociales aplicados por el gobierno de Chávez comenzaron a ser financiados con la impresión de dinero, lo que condujo a un proceso inflacionario que ya por el 2013 alcanzaba un 56.1% y que luego se traduciría con Maduro en una hiperinflación que terminó por provocar no solo la carestía de los productos básicos, sino también su escasez.

La misma producción del petróleo, que en 2013 se situaba en 2.4 millones de barriles diarios se desplomó y para el 2022 Venezuela solo producía 716 mil barriles diarios, con lo cual se produjo a la vez una escasez de divisas necesarias para adquirir productos importados.

Ahora bien, también es necesario decir que esa desgarradora situación ha sido también provocada “por las severas presiones por parte de países que solo buscan controlar las mayores reservas de petróleo del mundo”, según lo afirma un periodista, a quien nadie puede acusar de progresista ni mucho menos de izquierdista. Me refiero a Benjamín Morales Meléndez, quien escribía estas palabras en Diario Libro del martes de esta semana.

En efecto, los intereses de las naciones hegemónicas siempre han intentado controlar los ingentes recursos naturales de los países en vías de desarrollo, y en esta ocasión lo hicieron con fines de apoderarse de los de Venezuela. A este respecto, basta recordar la declaración pública de Donald Trump, quien en una de sus bravatas advirtió que de haber seguido en el poder habría terminado apoderándose en beneficio de los Estados Unidos de la industria petrolera venezolana.

Desde luego, los intereses de la geopolítica también juegan en este intrincado tablero del mundo globalizado, y desde que se inició la guerra entre Rusia y Ucrania, el petróleo venezolano comenzó a ser valorado por las potenciales occidentales, preocupadas por su eventual escasez e incremento de precio, y fue así como hubo diálogo con Venezuela, levantamiento de sanciones, permisos para que empresas petroleras de Occidente volvieran al país sudamericano a explotar el petróleo, medidas estas que permitieron en los últimos años reducir la inflación -aunque esta sigue alta-, desaparecer la escasez de productos básicos en los mercados y lograr un crecimiento en el producto interno que este año el Fondo Monetario Internacional prevé será del 4%.

Es en este nuevo panorama que se desarrollan las elecciones del 28 de julio. Con una oposición mayoritariamente unificada y un gobierno que con las buenas nuevas entiende estar en condiciones de poder permanecer en el poder.

Leonel Fernández, es invitado por el Consejo Nacional Electoral de Venezuela en calidad de observador. Previo a las votaciones cumple con su misión visitando a cada uno de los candidatos, al del gobierno, Nicolás Maduro, y al de la oposición unificada, Edmundo González Urrutia.

Como observador testifica que el procedimiento de votación utilizado en Venezuela garantiza la veracidad del voto, pero a la hora de ofrecer los resultados el Consejo Nacional Electoral, con mucho atraso, se limita a declarar que el candidato del gobierno ha ganado los comicios, lo que es refutado por la oposición que se declara triunfante.

Ante tal situación, Leonel Fernández sugiere que el Consejo Nacional Electoral publique las actas de cada una de las mesas electorales, como lo hacen también otros observadores, el Centro Carter, Celso Amorin (representante del gobierno de Brasil) y el secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres.

Pero los plumíferos del gobierno tratan de desprestigiarlo con calumnias, diatribas y desinformaciones, en vez de sentirse orgullosos de que un dominicano esté influyendo con sus opiniones e intervenciones en la solución de un problema de carácter internacional.

Se ha de suponer que hoy deberían estar avergonzados de sus pronunciamientos después de la declaración del gobierno de los Estados Unidos en la que afirman que aún no reconocen al gobierno de Edmundo González y que se encuentran en estrecho contacto con Brasil, México y Colombia para encontrar un camino a seguir.

Precisamente, lo sugerido por Leonel Fernández.

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