Prosa limpia, intrépida, sin atajos, que discurre con holgura, que se construye desde las honduras del pensamiento y la memoria y que se erige como fortaleza de la revelación y como plática subyugante del tiempo y sus efusiones.
Esa es la escritura de José Báez Guerrero. Cuarenta y cinco años de ejercicio periodístico, oficio que iniciara cuando apenas contaba con veinte años de edad. Y una trayectoria humana, social y profesional que no sólo cubre los afanes de labor tan apasionada y fértil como la de servir noticias o tejer opiniones, sino que se interna en otros haberes, como los de la investigación histórica, el ensayo, la poesía y la vida empresarial.
Las memorias, las autobiografías, los libros de testimonio constituyen, en su conjunto, un género por el que siempre he mostrado interés, bajo el convencimiento de que esas formas distintas de contar la propia vida y revelar los recovecos de la existencia personal, que generalmente abarcan también las de otros, conforman un cuadro de contenido informativo que contribuye a que la Historia, como género mayor, sea escrita de forma más precisa y completa, al tiempo que otras áreas del pensamiento y del análisis, como la sociología por ejemplo, puedan beneficiarse de las informaciones que el testimonio personal de un hombre o mujer de vida expandida, social, profesional e históricamente experimentada y con aportes definidos, pueda ofrecer a la sociedad. La escritura deviene, entonces, en compromiso social y en contribución ética para que los estudiosos o los lectores comunes puedan visionar con más certidumbre los acontecimientos que se narran.
Toda memoria o autobiografía es un testimonio social imprescindible, por menos meritorio, ligero o imperceptible que sea, socialmente hablando, el narrador. Esto no quiere decir que todos estemos en capacidad de contar nuestras vidas. Valen más las que exponen los que han ocupado roles sociales de trascendencia. Pero, a veces, las de un hombre común, que alberga alguna vivencia recóndita o ha sido testigo de algún episodio sobresaliente, puede conducir al lector y al investigador por un cauce diferente en el estudio no sólo de la historia, sino del propio comportamiento humano en una etapa específica.
Báez Guerrero, en este caso, es un profesional de la narrativa periodística y de las letras como ejercicio del pensar y del hecho literario, que ha sido testigo de experiencias poco comunes a otros de sus colegas en la prensa. Por demás, le acompaña una capacidad memoriosa impresionante, una vivaz inteligencia, calidad narrativa en la exposición de sus ideas y en la crónica de sus aconteceres vitales, y deseo agregar una formación cultural como pocos, en la vida periodística o literaria, podemos exhibir. Creo que es uno de los periodistas y escritores con mejor dominio cultural y preparación múltiple que conozca. Esta sola razón, en mi caso, independientemente de viejos vínculos de amistad, que no pueden soslayarse porque no afectan mis criterios sobre su labor y obra, me obligaba a leer sus memorias humanas y profesionales contenidas en el libro con el que quiso celebrar sus 45 años de vida periodística.
Confieso que la densidad del texto me llevó a leerlo con saludables intervalos. Me ocurre. Desde siempre me ocurre. Libros que te arropan, te dominan, te abrasan, y uno se ve compelido a someterse al dominio de otro texto, advertidamente más liviano, sin dejar de ser atractivo, mientras se toma un respiro para regresar al campo de batalla. La lectura, cualquier lectura, es siempre un campo de batalla. Báez Guerrero describe, en el inicio de su libro, su infancia, sus primeros años, y luego de unas imbricaciones bien dispuestas vuelve a la narración de sus recuerdos de familia, su padre, su madre, sus hermanos y parientes, las altas y las bajas de un grupo familiar donde se forjaron horizontes y desvelos. Creo que ese retrato de familia, entrelazado con añoranzas de barrio, los cambios de fortuna y la narrativa de los sucesos de época, constituyen la mejor parte de este amplio entramado de sucesos propios y ajenos que nos cuenta el autor. La amplitud de detalles, las decenas de subrayados en rojo que voy inscribiendo en párrafos y páginas, terminan deslumbrando mi odioso rol de lector crítico que anota, rebate, exclama, se sorprende, pero que, al mismo tiempo, se sumerge en la lectura de este amplio texto con cada vez más admiración y deleite.
El «brevísimo cadete» que nunca sospeché que hubiese sido, con seguros vivaques y pruebas de fusilería en entrenamiento militar que terminó en sueño y experiencia. El reportero bisoño que fue construyendo una andadura que lo llevó tan lejos como pocos han podido hacerlo en nuestro ámbito periodístico. El niño tremendista -que sigue siendo- que le recordó, cara a cara, a un Balaguer, que nunca pudo olvidar la casi afrenta, que él era un «muñequito de papel», eslogan popular que había aprendido en aquella época convulsa posdictadura. El corresponsal de medios de prensa norteamericanos que logró traspasar las puertas del New York Times y ser un periodista reconocido por esos predios. El gacetillero que generó la atención amistosa del presidente George Bush padre. El joven educado en colegio de postín. El cofundador de universidad católica y el abogado que al fin se invistió, de trance en trance. El agente de la CIA que muchos le endilgaron en tiempos fríos de una guerra ideológica. Sus relaciones con todos los presidentes de la república, con quienes colaboró o con quienes sostuvo, y sostiene, relaciones de amistad, y en algún caso de obvia animosidad ocultada, de Balaguer a Abinader. El gringólogo. El padre y abuelo de una familia formidable. Y el narrador que no sólo recuerda los episodios que marcaron su vida de juventud, sus resabios periodísticos, sus andanzas reporteriles, sino también los detalles minuciosos de cada amigo de juventud, de cada vecino, de cada momento de su trajín vital, sin desaprovechar la oportunidad para anotar desavenencias o taladrar episodios y protagonistas a los que cobra cuentas. Esta memoria de Báez Guerrero es noticia de primera plana en nuestro escenario de maravillas lectoriales, tan escasas sin dudas.
El libro es la narración de un suceso de vida, el suyo, que camina a la par con sus desvelos y sus apuestas. Y ha de respetarse, para los que diferimos, sobre todo en la parte final con aspectos que, tal vez, no venían a cuenta. A su cuenta y riesgo va su historia. Emociona, empero, ese acercamiento a la vida de uno de nuestros periodistas más cultos y experimentados. Y no nos sorprende, porque conocemos bien su escritura literaria, la solvencia de sus descripciones, la vigorosidad narrativa, el acopio de tantos detalles que impulsan esta historia de vida hasta llevarnos por caminos desconocidos para los lectores que no somos capitaleños de origen. En fin, la prosa conducente, transparente, acogedora, con la que Báez Guerrero ha producido uno de sus mejores textos, nos permite asegurar que estamos en presencia de uno de los libros señeros del año que transcurre y una de las memorias mejor escritas del ambiente local que tengo a bien haber leído en muchos años. Una forma esplendente de celebrar 65 años de vida y 45 de labor en el periodismo que no todos pueden alcanzar.
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¡MÁS ES USTED!45 AÑOS DE PERIODISMO
José Báez Guerrero, Arte Tuto, 2023, 586 págs.«Este imperfecto recuento retrospectivo me obliga a sentir un enorme agradecimiento por la vida que la Providencia me ha dado. Quejarse sólo lo haría un gandío».
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DÍA POR DÍA2000-2001
José Báez Guerrero, Editora Montalvo, 2002, 392 págs.«Hace alrededor de un cuarto de siglo, cuando decidí ser periodista, varios de mis amigos mayores me advirtieron que si no me curaba del virus que acababa de contraer, podría ser que pasaran años y años sin darme cuenta del error que cometía».
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DOCE ENSAYOS
José Báez Guerrero, Arte Tuto, 2021, 218 págs.«Desde mis clases de high school, cuando fui editor del periódico y la revista literaria del colegio Carol Morgan he sido lector de poemas…Culpo a José Mármol por hacerme creer, misericordiosamente, capaz de hacer poesía». -
GUZMÁN
SU VIDA, GOBIERNO Y SUICIDIOJosé Báez Guerrero, Editora Montalvo, 2009, 406 págs.«Estimo que don Antonio puso fin a sus días por ser una patología endógena que era propia a su idiosincrasia, exacerbada por las presiones que sentía al creer un fracaso su gestión como gobernante». -
BUENAVENTURA BÁEZ
José Báez Guerrero, Arte Tuto, 2014, 792 págs.«Pocas veces registra la historia el caso de un prócer condenado sin apelación por culpas que no fueron sólo suyas y cuyos notables méritos y aportes le son mezquinamente regateados. Báez ha sido el gran exilado de la glorificación nacional».