Por: Rafael Alburquerque
En toda esta semana he leído en los medios de comunicación y en las redes sociales los más diversos análisis de lo que representa para Leonel Fernández y la Fuerza del Pueblo los resultados de la contienda que llevó a cabo el PLD para escoger su eventual candidato a la presidencia en los comicios generales del próximo 2024.
De esos escritos, en unos se lee que la persona escogida por el PLD causará un grave perjuicio a la Fuerza del Pueblo y a su candidato, Leonel Fernández, porque los afiliados de esta organización dejarán de emigrar para aquella, su escogencia representa una renovación del liderazgo nacional y su gestión exitosa como alcalde permitirá una buena promoción de su candidatura. Por lo demás, se argumenta que de ser necesaria una segunda vuelta deberá recibir el apoyo mayoritario de la Fuerza del Pueblo y de su líder porque de no hacerlo se liquidarían políticamente pues se les juzgaría como mezquinos por rehusar su respaldo a un antiguo compañero que nunca los ha confrontado.
Pero el sustentante de este criterio va tan lejos en su análisis que llega a expresar que si Leonel Fernández llegara en segundo lugar su fracaso estará asegurado porque el nuevo liderazgo del peledeísmo no le prestaría sus votos, consciente de que de hacerlo fortalecería a su rival en perjuicio de sus aspiraciones para el 2028.
Contrario a este criterio he leído en una columna que el ungido en el PLD podría calificarse como un “perdedor designado” porque tendrá en su frente a dos candidatos bien posicionados que le sobrepasan en el campo conceptual, porque será candidato de una formación en constante deterioro y porque internamente tendrá que rivalizar con Danilo Medina que luchará a brazo partido por no perder su liderazgo morado.
En fin, también se escribe que como el PLD ha completado satisfactoriamente su consulta entre aspirantes presidenciales entra de nuevo en el juego electoral, lo que debilitará la franja electoral de la Fuerza del Pueblo.
Sin desmeritar ninguna de estas opiniones es necesario recordar que el mundo atraviesa una crisis económica de proporciones mayúsculas. Con la pandemia del Covid primero, y posteriormente con la guerra entre Rusia y Crimea las rentas nacionales comenzaron a debilitarse y con fines de evitar una recesión y paralización de la economía los bancos centrales dispusieron estimularla con la creación de programas de ayuda y de protección social que inyectaron recursos monetarios en el circulante.
La aplicación de esta política, correcta en su momento, derivó en una inflación mundial, en un incremento alarmante de los precios al consumidor que ha obligado a las autoridades monetarias a poner en práctica políticas restrictivas mediante el aumento de las tasas de referencia, lo que a mediano plazo conducirá a la recesión y, por ende, a un aumento en el desempleo.
Sea inflación o recesión, sea inflación con recesión, lo cierto es que en la actualidad la economía mundial está provocando graves conmociones en los países de la Unión Europea, en los Estados Unidos, en Rusia, y en el mundo en vías de desarrollo. Esa situación calamitosa ha elevado la inflación en los países de Europa y en los Estados Unidos a casi un 9%, ha obligado al establecimiento de costosas medidas sociales para atenuar sus efectos negativos, a liberar de impuestos indirectos, como el ITBIS a productos básicos para la población y a establecer nuevos impuestos directos para las grandes fortunas.
Todo este panorama repercute sobre el escenario político. En Suecia la socialdemocracia perdió el poder tras dos períodos consecutivos de gobierno; en Italia la extrema derecha pudo conquistar por primera vez la jefatura del gobierno, en Francia Macron repitió, pero perdió la mayoría parlamentaria, y en España las encuestas en general señalan que la oposición podría desplazar del poder al partido de gobierno. En los Estados Unidos se prevé que el Partido Demócrata de Biden perderá las legislativas de noviembre y en América Latina ya hemos visto lo sucedido en Chile y en Colombia.
La República Dominicana no es una excepción. La crisis golpea con fuerza a la población y no se observa un gobierno con capacidad y en condiciones de enfrentarla. Es la economía la que incidirá decididamente en los comicios generales de 2024 y es la percepción de la ciudadanía en torno a cuál de los candidatos presidenciales goza de la capacidad y cuenta con la experiencia necesaria para resolverla la que finalmente será decisiva en la votación.
Desde esta óptica creo que a nadie le cabe la menor duda de que Leonel Fernández posee la capacidad y la experiencia para liderar la nación en estos momentos de calamidad. Por algo las más variadas encuestas muestran que en la actualidad Leonel Fernández es calificado mayoritariamente por la opinión pública como el líder de la oposición. Ese es el imaginario que otros tendrían que vencer para desplazarlo, y en el horizonte no se otea por ahora otro candidato que pueda conseguirlo.